Mi hija deseada pero no impuesta

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Mi pequeña Lara,  desandamos un camino de libertad. Otra zancada más. Y por eso comienzo a contarte la vida desde esta madeja de vínculos y enlaces. La vida, Lara. Esa a la que llegaste apenas hace cuatro meses tras tanto desatino. Deseada, luchada, llorada… pero nunca impuesta.

Dos hijos perdí. Dos hijos aborté. No lo elegí. Así ocurrió antes de que tú vinieras. No hubo dilemas porque la Naturaleza se apresuró a disiparlos. Pero ¿y si su capricho hubiera sido lo contrario? Hace año y medio hubiera tenido la oportunidad de elegir. Ahora no. Mi vida, la que pariera, la de tu padre, la de mi entorno está ahora en manos de una decisión médica no siempre exenta de condicionamientos morales.

Una corioamnionitis, una infección de las membranas de la placenta y del líquido amniótico, me llevó al hospital con 17 semanas de gestación. Me atiborraron de antibióticos porque existía un riesgo importante de que la infección pasara a la sangre, una septicemia lo llaman, la que se llevó por delante solo dos meses después a Savita Halappanavar, la dentista india de 31 años a la que en Irlanda los médicos negaron el aborto al anteponer la inviable vida del feto a la de la madre. Una decisión médica contra la que nada pudieron hacer. La voluntad de Savita, la de su marido, sus fundados temores, nunca fueron escuchados. El fetó murió. Savita murió.

En un hospital sevillano, Lara, los médicos nos prepararon para, llegado el momento, saber que tendríamos que elegir. «Aún desconocemos cómo evolucionará pero puede ocurrir que tengáis que decidir entre la vida de la madre o la del feto». Una ginecóloga nos informaba pero dejaba nuestro futuro sobre una capacidad sagrada: la de nuestra libertad de elección.

Porque no todos los abortos llegan tras una furtiva noche o una situación económica insostenible, indecente argumentario sobre el que ciertos sectores sostienen su ‘tocaduradehuevos’ antiabortista. El debate es mucho más profundo y por eso frivolizan quienes desposeen a la mujer de las armas legales para decidir sobre esta cuestión.

Si hoy volviéramos a ese hospital ni tu padre ni yo podríamos elegir. Ese tipo de infección puede provocar graves malformaciones en el feto, eso sí, a veces  compatibles con la vida ¿Qué vida? ¿Qué concepto de vida? ¿La del latido de un corazón?

Entonces, nos dijeron que el parto prematuro había sido lo mejor, que la infección suele propiciar secuelas muchas veces indetectables hasta el nacimiento. Un consuelo para la pérdida. ¿Un argumento para el aborto? Ya no. Harían falta los informes de dos médicos para avalarlo. Nuestra vida ya no sería nuestra. Hacen falta los informes de dos médicos. Nuestra vida ya no es nuestra.

Dar la vida es un don, un regalo,  nunca una obligación ¿Por qué coño también tienen que pervertir un derecho natural? Yo estoy a favor de la vida, sí, pero siempre deseada. Nunca impuesta. No me asfixie Gallardón, que ya lo que me faltaba es que se arrogue la capacidad de decidir sobre mis hijos, de imponerme unos hijos. Y eso no. Eso sí que no. Pero no cante victoria porque muchas mujeres no nos vamos a resignar. Yo ya preparo a una nueva hornada, guerrera y contestataria.  Así que Lara, vete quedando con la copla que hay mucho, pero que mucho patio al que meterle la escoba.